Lo único que permanece…
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Las montañas leonesas nevadas. Yo pasé en tren hacia el norte hace meses.
Ellas permanecen.
Hace poco, en una conversación con un colega y amigo de teatros y tesis, me puso el anzuelo con una frase que cierta responsable de un montaje teatral sentenció de cara a la prensa y el auditorio:
‘Lo único
que existe antes, permanece durante y perdura después del montaje, es el texto.’
Tras
soltarme la sentencia sonrió a sabiendas que yo iba a comentar desde mi punto
de observancia del hecho teatral.
Y para su
inicial sorpresa dije:
‘Suscribo
totalmente lo que ha dicho… Salvo… por un pequeño detalle’
Aquí mi
amigo volvió a generar una mueca en forma de sonrisa y yo añadí:
‘Solo
tengo que cambiar una palabra. La última. ‘Texto’ por ‘espacio’.’
Y no es
ningún juego o broma lingüística o una cabezonería.
Estoy
absolutamente convencido y así lo llevo a la práctica, que lo único que perdura
es el espacio.
Tengo muy
dicho que no soy antitexto y que me encantaría trabajar y realizar montajes
(como ya he hecho), respetando al pie de la letra el texto encomendado.
Pero y
además, para mí el texto es una herramienta expresiva más y por tanto es tan
vulnerable y variable como lo es la modulación de la voz y el espacio sonoro,
la visibilidad, el vestuario, la escenografía, la música…
Lo único
que no lo considero eternamente inmutable.
El
espacio, incluso considerando las última teorías de los multiversos que
contrastan con las del universo, considero que sí que es eternamente inmutable.
La caja
negra escénica se inventó para que el espacio, que ejercía un poder expresivo
sobre cualquier evento que tuviera lugar en él, perdiera protagonismo y se
convirtiera en neutro.
Podríamos
volver incluso al falso concepto de teatro de calle que responde más al de
teatro en la calle o a la calle, ya que el auténtico teatro de calle reconoce
el espacio en el que se va a ejecutar y tiene en cuenta la capacidad expresiva
del propio espacio como elemento expresivo que está antes, durante y después
del espectáculo.
Por tanto,
para mí, es el espacio el que estuvo, está y estará y como tal hay que
respetarlo y tenerlo en cuenta como primer elemento de consideración y, a
veces, último.
En el
ámbito educativo no es lo mismo un aula que un pasillo, un gimnasio que un
patio, aunque podemos trabajar en todos ellos, debemos adaptarnos a ellos.
En el
ámbito laboral o personal, muchas veces se habla de miedo escénico y es
simplemente que aumentan un grado más los nervios cuando tenemos que interaccionar
en un espacio que desconocemos o que no dominamos. ¡Lo que daríamos por tener
nuestra próxima entrevista de trabajo en nuestra propia casa! Sería un enorme
peldaño ganado.
En lo
social, precisamente uno de los elementos claves con los que se trabaja es el
entorno físico en el que se desarrolla el proyecto… su espacio de incidencia.
Y en lo
artístico… No digo más.
Esta
conceptualización del espacio como único elemento permanente, me ayuda y anima
a insistir en lo maravilloso de lo efímero, como una de las cualidades de las
artes escénicas.
Y creo que
no es hilar muy fino si digo que, de vez en cuando, el teatro y su carácter efímero
me hacen pensar en otro de los elementos efímeros por excelencia… la propia
vida.
Digo que
no es hilar fino porque antes de empezar a escribir este blog dudaba entre
tratar el tema de lo perdurable del espacio o continuar con un texto que había
colocado en mi perfil de Facebook el fatídico día después del desastre
ferroviario.
En ambos
casos, lo efímero del tiempo y de la vida, la necesidad de aprovechar de forma
creativa todo, me unen más que me separan.
Alguien me
dijo… habla de los dos… y eso hago a fuer de que parezca forzado pero y además convencido
de que no lo es.
El texto
era el siguiente:
Anoche volvía en coche cuando empecé a oír
todo... Pensé en mis amigos gallegos, luego en todos mis conocidos gallegos,
luego en la gente que sé que viaja a menudo a Galicia. Más tarde pensé en todos
los que viajan en tren, luego en todos los que viajan y, finalmente pensé en
los que no pueden viajar.
Sí, finalmente pensé en todos y en cómo en cualquier curva de esta vida corta y
rápida, podemos descarrilar sin remedio.
Un bico a todos por igual.
Y qué rabia da que tengan que ocurrir tragedias para valorar la vida!!!
Os daría un abrazo a todos... Porque a lo mejor soy yo el que necesito todos
vuestros abrazos!!!
Quizás no
necesita mayor comentario, pero dejadme que agrande un poco la reflexión.
Es cierto
que llevo media vida reflexionando y argumentando sobre la idea de que hay que
aprovechar cada momento, disfrutar de cada situación, y expresarte con todo lo
que tengas a mano para hacerlo. Nadie te asegura que pueda repetirse la misma situación
nunca más y cada momento es único.
Por eso,
cuando suceden hechos como el de Santiago, puede sonar a que aprovechamos un
evento extraordinario, desgraciadamente es más habitual cuando los sucesos son
luctuosos, y nos resulta más fácil poner en la palestra sentimientos,
sentencias y propuestas más sublimes, espirituales o, al menos, con objetivos
menos rácanos o ruines.
Se nos
abren los poros de la vida, el cariño, la generosidad, la solidaridad…
Creo que llevo
toda la vida que le he dedicado a la expresión, que es mucha, pensando que hay
que aprovechar cada indicio, cada gesto, cada palabra, cada momento, CADA
ESPACIO… Lo que sucede es que estos sucesos justifican más aún mis intenciones
vitales.
Por eso
déjame que sea hoy, más frágil que de costumbre y, mientras mis ojos se
humedecen realmente movidos y conmovidos por un sentimiento que ya empieza a
aflorar antes de expresarlo y, teniendo en cuenta que lo único realmente
permanente es el espacio y cada uno de nosotros simplemente transitamos por él,
te pido, mejor te aconsejo, o puede que te anime o simplemente te invito a…
Aprender
todo lo que te enseñen para aprovecharlo hasta el límite.
Enseñar
todo lo que sepas siempre, para que alguien lo recoja, por si ese alguien es el
último en escucharte.
Decir,
escuchar y preguntarlo todo… las únicas ‘tontunás’ son las que no se dicen, se
escuchan o se preguntan.
Pensar en
esa persona a cada momento, aunque parezcamos ‘pesaítos’.
Mirar a
los ojos siempre sonriendo, para que el último rostro que enseñes y mires sea
un rostro feliz.
Rozar esa
piel con toda la intensidad, para que la sensación perdure SIEMPRE.
Besar sin
ahorrar un ápice de amor, por si no hay lugar a más besos.
Vivir. Sí.
Vivir.
Y si
tienes la suerte de que tu vida sea larga, más allá de los noventa, que puedas
recordar cada momento efímero como el mejor de tu vida.
Sí, os daría
un abrazo a todos… Pero y además, ahora estoy seguro de que soy yo el que
necesito todos vuestros abrazos!!!
Y NO ME CANSO!!!
We are searching our utopia in a continuous present continuous!!!!!
Aquí os espero.
¡Hasta el próximo!
Fernando Bercebal · momento Devising Consultor · Pedagogo Teatral
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