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jueves, 28 de mayo de 2020

La teoría de la margarita

Sí, no, sí, no, sí, no, sí…

Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere…

Hablo de las margaritas o no hablo de las margaritas…

 

Una persona de entre vosotras, apuntó en un comentario de una de las entregas anteriores, que las decisiones del proceso creativo, a veces, se dejaban al albur de la teoría de las margaritas.

Yo diría algo más.

Más que las margaritas, se dejan al azar.

Aunque habría que preguntarse si, en la toma de decisiones, puede existir el auténtico azar…

 

Realmente no es otra cosa que utilizar un método que parece eximirnos de responsabilidad, de tal forma que, si sale bien, todos contentos, y si sale mal, siempre podemos sacar a relucir la frase tan manchega de ‘¡No estaba de Dios!’

 

No voy a darle muchas vueltas a las margaritas en sí porque, quien haya observado un poco, o haya leído al respecto, o haya ‘despetalado’, que no deshojado unas cuantas margaritas, sabrá que, salvo ejemplares con 34 pétalos, que son ejemplares no demasiado habituales, el resto tienen normalmente número impar de pétalos (13 o 21) Fibonacci dixit.

Sí, las margaritas más habituales tienen 13 pétalos, con lo cual, ante una duda de dos opciones, aquella con la que empecemos será la que salga al arrancar, o contar, el último pétalo.

Algunos un poco frikis, conociendo esta realidad, hemos deshojado margaritas en dos fases. Primero, quitábamos de un tirón un grupo de pétalos a ciegas, para no saber los que habíamos quitado, y luego seguíamos uno a uno, para dar cabida al auténtico azar.

Porque realmente, lo que buscamos con las margaritas es la intervención del azar.

 

Pero lo que trae una margarita al frente de este blog, aparte de ser una de las flores que más me gustan, es la simbología de no responsabilizarse de las decisiones.

 

Sí, elegir por azar, o sin justificar una decisión, no es otra cosa que intentar escurrir el bulto en la toma de decisiones.

Y aquí entro de lleno en las estructuras organizativas a la hora de trabajar.

 

En una estructura clásica, piramidal, donde las últimas decisiones las toma un responsable que se sitúa por encima de un grupo, en forma de nebulosa o de pirámide, este tiene la obligación de elegir, no precisamente con una margarita, qué campaña de promoción utilizar; de qué color pintar un espacio; en qué empresas invertir los fondos; qué libro de texto poner como obligatorio para el alumnado…

Este responsable, si es bueno en su trabajo, es porque siempre ha tenido cuidado de no tomar decisiones con margaritas, sino sopesando toda la información que hay alrededor.

¡Ojo! Lo hace así porque hay un objetivo concreto que conseguir. Vender más y mejor. Hacer más agradable y relajante un espacio. Conseguir más beneficios de inversión. Lograr que los alumnos tengan una herramienta útil y favorecedora del aprendizaje.

 

Y hago hincapié en este ‘¡ojo!’, porque también existe la posibilidad de que no exista un objetivo concreto a la hora de tomar una decisión y entonces, el azar, sea un buen aliado. O que el objetivo no varíe en función de la toma de decisiones.

Como, por ejemplo, repartir tres gorros de piscina de tres colores distintos entre tres novatos de la natación el primer día de cursillo. Elige un número del uno al tres. El azar repartirá los colores. Aunque es muy posible que intervenga la decisión personal y alguien ofrezca cambiar su color por el de otro, porque le gusta más o le hace los dedos de los pies más pequeños.

Sin embargo, el objetivo de que los tres lleven gorro de baño y se les pueda distinguir por los colores, seguirá a salvo.

 

Volviendo al responsable de la decisión en una estructura piramidal, no solo se juega el buen resultado de su decisión, sino su puesto en la estructura. Una buena decisión puede hacerle subir escalones, y una mala puede hacer que otros le sustituyan.

 

Pero y además, ya sabéis que llevo años defendiendo la estructura horizontal de las organizaciones.

Y no hablo de una estructura grupal en la que todos decidimos entre todos. Eso es una ameba sin estructura que diluye las responsabilidades, los objetivos y hasta los resultados, en función de cómo se adapte la ameba al éxito o al fracaso. ¡Aquí sí que entra el azar!

Si hay éxito, somos un grupo majísimo. Si no lo hay, nadie se siente responsable.

 

Hablo de una estructura horizontal auténtica. La propia del Teatro de Creación aplicado. Donde cada pieza tiene un fragmento de responsabilidad, un elemento estructural que puede consolidar o hacer temblar el bloque en su conjunto.

Aquí, si realmente perseguimos un objetivo del que tenemos que conseguir su máxima eficiencia y éxito, no vamos a utilizar la margarita. Vamos a utilizar la información y las propias decisiones de cada miembro del equipo en su ámbito.

Y aunque a veces haya decisiones que parezcan arbitrarias, en un buen proceso de Devising, cada bifurcación, cada recodo, cada ida y vuelta, cada ‘¡O… No!’, debe estar fundamentado en toma de decisiones lo más objetivas posibles.

 

En este formato, también te juegas el puesto, porque si tus decisiones hacen tambalearse el barco, no dejas de ser una pieza sustituible. Sin embargo, la ventaja es que, al ser un trabajo en auténtico equipo, si uno de los engranajes falla, la fuerza del resto de engranajes puede mantener el barco a flote mientras se modifica, reconduce o sustituye una de las piezas.

No es una decisión unitaria que decide por todos. Son todos los que hacen que el responsable final, tome la decisión.

 

Este último responsable será el fulcro que sea capaz de dirigir este barco horizontal, para que las decisiones dejen el menor resquicio al azar…


Aunque a veces, un buen fulcro, buscará el azar para sorprender, provocar, modificar y buscar caminos que enriquezcan, precisamente, el pensamiento creativo de cada miembro del equipo y del equipo como máquina a engrasar…

Pero eso es otra historia de la que hablaremos en otro momento.

 

Os lanzo, antes de despedirme, un pequeño ejercicio de memoria y análisis.

Quiero que penséis cuándo fue la última vez que tomasteis una decisión apoyados en el azar. Y quiero que lo analicéis bien, porque, ya adelanto, que más de uno se dará cuenta de que, aquello que elija pensando que fue el azar, cuando lo analice, se dará cuenta de que ese aparente albur no era sino la consecuencia de microdecisiones muy pensadas.

 

Ahí lo dejo.

 

Os espero.

¡Gracias por seguir leyendo y, por supuesto, no solo se admiten, sino que se agradecen comentarios!

Yo estoy aquí porque vosotros estáis aquí..., y viceversa.


jueves, 21 de mayo de 2020

Cajones para la creatividad


No sé si os pasa a menudo.

Alguien abre un tema de diálogo, análisis o discusión.

Y antes de ponerte a escuchar nada ni a nadie, las ideas relacionadas con ese tema se te agolpan en la mente y casi en los labios deseando salir en tromba.

Y nunca mejor dicho en tromba, porque ni has escuchado lo que otros dicen, proponen o defienden, ni tan siquiera has organizado tus propios pensamientos que pueden acabar reforzando una idea y la contraria a poco que los dejes campar libremente a sus anchas.

 

Alguien te ha dicho en algún momento…

Acabas de leer un artículo sobre…

El refranero tiene para esto un…

Yo siempre he pensado que…

Einstein dijo…

 

En fin. Que funciona igual que cuando nos acecha un inminente peligro.

Lo que algunos denominan nuestro ‘cerebro 1’ o ‘pensamiento inmediato’, tiene un resorte por el que produce una respuesta sin reflexión, pero que en el caso de un peligro inminente es tendente a salvarnos la vida.

En el caso que nos ocupa, nuestro pensamiento inmediato tiende a lanzar, tal y como aparecen en nuestro recuerdo inmediato, todas y cada una de las ideas que nos sugiere el tema propuesto.

 

Y aquí es donde interviene el ‘pensamiento diferido’, el ‘cerebro 2’ o el ya más conocido pensamiento divergente, que no es otra cosa sino obligar a que nuestro cerebro piense de otra forma.

Y así, en lugar de huir siempre del peligro como por ley natural hace nuestro pensamiento inmediato, a lo largo de la historia, el ser humano ha logrado enfrentarse a él, calculando los riesgos, a veces con éxito, otras no tanto.

E igualmente, cuando nos acecha un pelotón de ideas y exabruptos a punto de desbocarse, nuestro pensamiento creativo es capaz de utilizar herramientas (de este tema hablaremos en otro momento), para escuchar de forma activa, reflexionar, colocar los pensamientos e ideas, relacionarlos de forma coherente o sorpresiva, y elegir la mejor de las ideas para intervenir en la conversación.

 

Todo esto no era más que una ‘pequeña introducción’ en la que sin duda en otro momento profundizaré, para hablar de los cajones creativos.

 

En algunos de los comentarios de entradas anteriores, se ha apuntado que por qué el pensamiento creativo está obligado a buscar objetivos más allá de sí mismo o porqué no es lícito que el objetivo del pensamiento creativo sea el propio proceso, sin necesidad de resultado.

Y por otro lado, se ha criticado el hecho de lo aparentemente fatuo que es reducir un proceso creativo a una ‘simple lluvia de ideas’.

 

Pues bien, al leer estos comentarios se me agolparon varias ideas a punto de saltar como fieras en el blog y, lo que he tratado de hacer es sujetarlas, ordenarlas y exponer algunas de ellas, muy brevemente, con posibilidad de profundización futura.

He obligado a mi cerebro a que pensara de otra manera.

 

La primera y principal es mi lucha desde que tengo uso de razón pedagógico-expresiva, de la importancia del proceso frente al producto.

Si bien en según qué circunstancias, el resultado es imprescindible, o el entorno y las obligaciones lo hacen imprescindible, siempre he defendido que la clave del trabajo expresivo y creativo está en el proceso, en dotar de herramientas (de nuevo herramientas) e ideas a la persona o el colectivo que trabaja en el proceso.

 

¡Y no se puede simplificar este proceso equiparándolo a una lluvia de ideas! Esa es tan solo una herramienta (qué pesado!) de las miles posibles para trabajar el proceso creativo.

Sin embargo, hay muchos más procesos que no son la generación de ideas espontáneas.

También hay procedimientos para la generación de ideas inducidas…,

de asociación abstracta…,

de relación absurda…,

u oposición discordante de ideas

Y, lo que es más importante, la cantidad de técnicas, procesos, herramientas (dale que dale!!!), juegos, ejercicios, planteamientos, que no son generadores de ideas, sino que preparan al individuo, al grupo y a sus pensamientos para ser mejores generadores de ideas.

Escucha activa, generación de equipo, expresión espacial, grupal e individual, capacidad de concentración, análisis, síntesis, estructuración y sistematización, sorpresa, improvisación…

 

Es decir, el proceso creativo no es ponerse a pensar… Es trabajar elementos que nos enseñen, entrenen y mejoren nuestra capacidad de pensar.

 

¿Para un objetivo distinto al propio proceso? Sí, por qué no.

Pero también por el puro placer de mejorar en nuestro proceso, de engrasar neuronas y sinapsis, de poner a punto nuestro cerebro para ser los mejores pensadores creativos posibles.

 

Entre las imágenes que se me agolpaban en la punta de la lengua o, en este caso el teclado, quiero recordar como aparente cierre, algo que he repetido hasta la saciedad en proyectos como ‘Caixa Escena’, ‘Cómo dice TE QUIERO un creador’, o en mis clases de Lectura y Análisis de Texto o Deontología y, cómo no, en todos los proyectos que he desarrollado utilizando las técnicas de Teatro de Creación:

 

¡Las ideas no se tiran! ¡Una idea nunca se desperdicia! Se guarda en un cajón, porque nunca sabremos cuándo y para qué podremos necesitarla algún día.

 

La frase surgió por primera vez, creo, cuando un participante adolescente se quejaba de que ninguna de las ideas que había propuesto al grupo había llegado al ‘producto final’. Se sentía frustrado porque no había aportado nada al proyecto.

 

Sin embargo, y esta es la clave, el hecho de generar ideas, procesos, ejercicios, dinámicas, herramientas (que sí…) para que un proyecto pueda elegir entre ellas lo que mejor se adapte, en ese momento determinado, con esas circunstancias y con los objetivos concretos a la necesidad del producto, ya es un logro en sí mismo, aunque no acabe formando parte de la idea final.

 

Con esas aportaciones, el producto se enriquece, el proceso se consolida, el grupo se cohesiona y cada persona aumenta sus cajones para la creatividad.

 

¡Claro que la creatividad y los procesos y pensamientos creativos pueden tener como objetivo el propio proceso sin ir más allá!

 

Nada mejor que aumentar nuestros cajones de ideas, de propuestas, de experiencias, de sensaciones, de técnicas y, sí…. de HERRAMIENTAS!!!

 

Pero de las cajas de herramientas hablaremos en próximas entregas.

 

Os espero.

¡Gracias por seguir leyendo y, por supuesto, no solo se admiten, sino que se agradecen comentarios!

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jueves, 14 de mayo de 2020

El ritual... el proceso




De vuestros comentarios y provocaciones (asumida esta palabra en el más positivo de los sentidos, como yo la utilizo cuando genero propuestas para que trabajen otros), comienzo este segundo centenario reflexionando, que no respondiendo, sobre una pregunta que planteó Francisco: ¿Qué hábitos tenemos? … ¿Algún ritual?
Este intento de comentario, muy posiblemente, se acabe convirtiendo, en parte, en nuevas preguntas o dudas lanzadas al aire.

Como cualquier otra capacidad y habilidad humana, incluso de cualquier ser vivo, la perfección se alcanza con la repetición, con el ejercicio, con el ENTRENAMIENTO.
Los que fuimos seguidores de Félix Rodríguez de la Fuente, siempre recordaremos el capítulo de Fauna Ibérica donde se centraba en el Alimoche, o ‘buitre sabio’. (Me estoy oyendo a mí mismo imitando su voz).
En este capítulo mostraba cómo este ave rapaz era capaz de utilizar herramientas, pues lanzaba piedras con su pico para cascar huevos de otras aves más grandes.
Se podía apreciar cómo los polluelos crecidos lo intentaban, y cómo un ejemplar adulto lograba una eficacia muy considerable.
La conclusión era que, aunque genéticamente tenían el impulso de conseguir alimento con esta técnica o ritual, el entrenamiento hacía que fueran más eficaces.

Pues bien. La creatividad, como ya he reiterado en multitud de ocasiones, no es sino una capacidad o aptitud humana que precisa de entrenamiento.
Y por tanto, si damos con una técnica, un proceso o un ritual que consiga los logros que perseguimos, lo normal será insistir, que no persistir, con el entrenamiento, para mejorar nuestro ritual y conseguir antes, mejor, y de forma más eficiente, nuestro logro creativo.

No puedo responder de otra forma a la pregunta de Francisco ¿Algún ritual?
¡Claro que sí!
Aunque la respuesta debería matizarse con la siguiente aclaración: No solo tenemos un ritual, sino que debemos conseguir tener un ritual, una sistematización, una concatenación estructurada que nos lleve a nuestro logro creativo.
Y aún digo más: Cada cual debemos encontrar nuestro propio ritual, o el ritual adecuado para cada situación.

Sí, aunque parezca una contradicción aparente, ser creativo puede y debe ser sistemático.
Ya he escrito en más de una ocasión acerca de que el pensamiento creativo está lleno de contradicciones aparentes, como en Aparentescontradicciones en creatividad y 2ª Contradicción aparente,preparar la improvisación.

Lo que sucede es que la mayoría de las personas generan su propio camino de búsqueda creativa.
Cuando estos rituales son trasladables a otros, se les suele nombrar como métodos o técnicas.
Léase Método Suzuki para música, el Chi-running para mejorar el entrenamiento y la carrera, y los cientos de métodos, unos más exitosos y reconocidos que otros, en el ámbito de las artes escénicas como Stanislavsky y su Método del actor sobre si mismo, el Distanciamiento de Brecht, la Biomecánica de Meyerhold, el Teatro Pobre de Grotowsky, la Técnica Actoral de Uta Hagen, el Match de Improvisación…

En fin. Son técnicas, métodos, rituales, cuyo objetivo es engrasar la capacidad creativa o el entrenamiento de las personas que los ejercitan.

Yo no tengo que ir más lejos para dar dos referencias personales de ‘rituales’ que yo mismo he estructurado con dos objetivos creativos: Mi libro Un taller de Drama, que estructura sesiones de trabajo para desarrollar la creatividad a través del drama en el ámbito escolar o teatral y, tal y como desarrollo en mi propia tesis, el Teatro de Creación Aplicado, para la mejora del trabajo en equipo y por proyectos en ámbitos artísticos, educativos, empresariales o de acción social.

Ambas propuestas no dejan de ser una sucesión de etapas y la reiteración de distintos pasos, estructuras y elementos para lograr un objetivo creativo.

Sin embargo, algo que parecería tan obvio en un entorno científico, en el que el uso de un elemento químico en reacción con otro en una determinada proporción provoca, en según qué condiciones de temperatura, presión, y humedad una determinada reacción…
Cuando lo planteamos en ámbitos humanísticos donde el propio ser humano, su personalidad y su libre albedrío son una parte fundamental del proceso…
¿Cómo podemos hablar de métodos, técnicas, entrenamientos o rituales trasladables a otros?
¿Eso significa que sólo podemos generar nuestros propios rituales sin aprender de la experiencia de los que ya lo han hecho antes de nosotros?

Y es que el gran problema y, al mismo tiempo, la gran virtud de la sistematización del pensamiento creativo es, el factor humano.

Muchas veces traigo a la memoria una escena que compartí con Prado Martínez Cabañas (Preiri para los amigos, o para mí…). Esta gran mujer fue alumna mía durante varios cursos y colaboradora más tarde en las Escuelas de Teatro y Expresión que gestionaba, así como en muchos proyectos creativos donde solía contar, como siempre, con una parte del equipo ya experto en mi forma de trabajar. Prado era una de estas personas.
Sin embargo, unos cuantos años después, la llamé para colaborar en un proyecto, y le dejé absoluta libertad de acción para generar las acciones y actividades que debía desarrollar con niños y adolescentes.
Al acabar, le dije que era maravilloso verla trabajar y que me ponía una pequeña medalla por saber elegir a una persona tan capaz. Su respuesta me sorprendió: ‘Todo lo que has visto me lo has enseñado tú.
Puedo asegurar que yo no reconocía nada de aquello como propio. Sin embargo, ella insistió en que cada ejercicio, cada propuesta, la estructura en sí, la había aprendido de mí.
Sin duda, Prado había generado su propio ritual para provocar la creatividad en otros, igual que yo lo hice cuando intenté provocarla en ella.
Al parecer, no obstante, los cimientos, eran comunes.

¿Es por tanto, la creatividad, ritualizable?
Sé que no existe la palabra.
Tampoco desescalada y todo el mundo la usa.

Y vuelvo a responder, para cerrar esta pequeña reflexión, que sí, no sólo es, sino que debe serlo.
Y si mi ritual es no tener ninguno, es porque habré elegido ese.
Bien es cierto que la incertidumbre del resultado será mayor o, quizás, es porque los resultados no es lo que busco, sino el propio proceso de creación como único objetivo…
Pero esta es otra historia, en respuesta a otra pregunta lanzada la semana pasada por ‘Anónimo’ (siento no poder citarlo con su nombre): ¿y qué pasa cuando el objetivo del proceso no va más allá del propio proceso, de la experimentación?
Intentaré reflexionar sobre esto y lanzar preguntas la próxima semana. Hasta entonces…


Os espero.
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#fernandobercebal
#creatividad

jueves, 7 de mayo de 2020

Diez veces diez



Diez veces diez.
Esas son las veces que me he puesto delante del ordenador a escribir algo que pudiera ser interesante para quien lo leyera.
Algo que hablara de creatividad, de teatro, de trabajo en equipo, de pensamiento creativo, de Teatro de Creación, de pedagogía, de educación, de expresión…
100 entradas o posts, o fragmentos de blog que, en el fondo, entre las repeticiones, las vaguedades y la concisión, tengo la sensación de que tampoco he dicho tantas cosas y que me quedan aún muchas por decir.

El post número 100 pensé que debía ser brillante, conmovedor, sorprendente, novedoso… ¡¡¡creativo!!!
Y he dado muchas vueltas sobre temas a tratar.
El número 100 y el sistema decimal frente a otros sistemas como el binario o el sexagesimal.
El salto creativo vs. el giro dramático o el punto de inflexión.
La Teoría de la Recepción como factor necesario a la hora de hacer propuestas creativas.
Los límites del círculo, no solo como referencia a mi propio libro, sino a la necesidad de conocer desde qué punto de cada experiencia, estamos dispuestos a arriesgar o crecer.
La necesidad de disfrutar, pues se aprende antes, mejor y con más profundidad, aquello de lo que se disfruta.
Las Tiras Musicales, como ejemplo de ejercicio práctico para desarrollar y entrenar el pensamiento creativo…

En fin, que me he dado cuenta de que lo que vengo defendiendo como base del ser creativo, que es la multiplicidad de conocimientos, variables y posibilidades, compruebo en carne propia que es una dificultad a la hora de tomar decisiones.

Y, en definitiva, acabo hablando de la toma de decisiones. De la necesidad de decidir, elegir, delegar o procrastinar a voluntad, que es quizás uno de los elementos más complicados de entrenar a la hora de desarrollar nuestra capacidad creativa.

Cuando a uno le dan tan solo una opción, es complicado que esa opción sea creativa. Han de coincidir factores muy diversos para que suceda la magia.
Queremos conocer y probar muchas opciones para poder alcanzar la más creativa de todas.

Sin embargo, ya hemos hablado más de una vez, cuando las opciones son múltiples y las herramientas y propuestas que tenemos a nuestro alcance son tantas y tan variadas, parece que nuestra capacidad creativa se encoge, y le cuesta arrancar.

Alguna vez ya he dicho que hay dos elementos claves para desarrollar la creatividad. El más y el menos. El más es el número de veces que probemos y entrenemos. El menos, las opciones que tengamos para elegir.
Cuantas menos opciones tengamos y más veces los repitamos, más fácil será que demos con la clave.

Sin embargo, esto provoca una paradoja.
Si nos entrenamos para buscar soluciones con pocos elementos. Si tratamos de ser los McGivers de la creatividad y la solución de problemas o gestión de ideas, y lo repetimos cientos de veces, al final volveremos a tener cientos de opciones, aunque nos den pocas herramientas o elementos con los que trabajar.

Y ese es el objetivo. Llegar a tener siempre cientos de opciones, por muy pocas que aparenten ser.

Y volvemos al origen de la discusión. Perfecto. Ya tengo 100 opciones. ¿Cómo elijo? ¿Cómo decido? ¿Realmente tomaré la decisión adecuada?

Y entonces se me abre la conclusión. En creatividad buscamos todas las soluciones posibles.
Sin embargo, la decisión de cuál tomar no está dentro del proceso creativo, sino que supone ir un paso más allá y dependerá del objetivo del proceso.
El que seamos nosotros mismos u otras personas las que decidan cuál de tantas opciones es la adecuada, va a depender de cuál es el objetivo del proceso creativo.

Acordaos que, en la innovación, el creativo propone opciones y es el innovador quien las aplica.
Si es la misma persona o equipo el que lo implementa, los mecanismos y procesos varían en la fase uno de búsqueda de propuestas creativas y, la fase dos, la aplicación de esas propuestas al objetivo marcado.

Todas las soluciones, si parten de procesos creativos y de elección de opciones múltiples, van a ser positivas. Puede que atinen más o menos con el objetivo final. Es decir, podrán ser admirables, interesantes o, simplemente útiles para el objetivo definido, pero no dejarán de ser opciones que le ofrecemos al siguiente responsable para elegir, aunque seamos nosotros mismos.

Y es lo que ha sucedido en este post número 100. He elegido hablar de todo o de casi nada, porque la opción no era una, sino la multiplicidad de todas ellas.
Y ahora se trata de trasladar, hábilmente, la responsabilidad al siguiente… a vosotros.

Por eso os propongo un reto.
    Que forméis parte activa, como lo sois, de este blog, en esa segunda fase que consiste en el ‘para qué’ queremos este blog y sus reflexiones.
    Que seáis vosotros los que me propongáis temas para más adelante.
    Que me planteéis dudas.
    Que me hagáis preguntas.
    Que me afirméis lo uno y lo contrario.
    Que me pongáis en un brete.

Es posible que, a no mucho tardar, lance una propuesta similar a la que conduje durante 5 años.
Un Seminario de Entrenamiento en la Expresión, el Pensamiento Creativo y el Teatro de Creación Aplicado, para que, entre todos, indaguemos en el porqué de utilizar el sistema decimal; busquemos la forma de conseguir dar saltos creativos a voluntad; analicemos la Recepción en la propuesta creativa; busquemos nuestros límites y vayamos más allá; disfrutemos con todo esto y realicemos, creemos, experimentemos multitud de ejercicios para practicar esto tan necesario como es la expresión y la creatividad.

Os espero.
¡Gracias por seguir leyendo y, por supuesto, no solo se admiten, sino que se agradecen comentarios!
Yo estoy aquí porque vosotros estáis aquí..., y viceversa.

#fbercebal
#creatividad