Algún comentario recibido y conversaciones mantenidas en las últimas semanas me hacen volver a un tema que me entusiasma y sobre el que no dejo de aprender: la gestión de equipos.
Solo utilizaré dos líneas para recordar que hablo de equipo, y no de grupo. Podéis ahondar más en esta idea y diferenciación en esta otra entrada del blog, nada menos que hace casi 5 años y medio.
La variable más compleja en cualquier proyecto artístico, creativo, educativo, social o empresarial es, sin duda, el factor humano.
Y lo qué es más importante, no solo es la más compleja sino que también lo es, le pese a quien le pese, la que da más valor añadido a cualquier proyecto. La que más hay que cuidar.
Pues bien, la cuestión que nos ocupa hoy es, ¿qué hago yo con este equipo?
Esta pregunta tiene trampa.
O mejor dicho, su respuesta.
En la mayor parte de los proyectos en los que me he embarcado, yo mismo he elegido, seleccionado y orientado a mi propio equipo. Esto facilita en grado sumo la ejecución de un proyecto, ya que se supone que se ha elegido a los miembros del equipo por sus cualidades, su perfil y su implicación para con el proyecto.
En estos casos, el equipo en sí debería ser un paso muy importante para el éxito del proyecto, aunque la dificultad o el reto estriba precisamente en esa selección.
Pero y además ese es un tema que trataremos en otro momento. El de cómo seleccionar un equipo adecuado para un proyecto.
Hoy, sin embargo, nos centramos en qué pasa cuando acudimos a la llamada de alguien y nos encontramos con una estructura ya formada de personas y funciones o, simplemente, pertenecemos a una entidad o colectivo cuyo equipo es el que es y tenemos que afrontar cualquier propuesta con las personas que tenemos.
¡Esto es lo que hay!
Pues es quizás una de las labores más habituales que habría que ejecutar en cualquier proyecto y a la que menos se suele dedicar tiempo.
Porque sencillamente, el equipo con el que se cuenta es el que es, las funciones vienen predeterminadas, e intentar desestructurar una estructura solidificada y muchas veces anquilosada, no solo da pereza sino que muchas veces parece inútil.
Así que salimos por donde y como podemos, y ya está.
Pasa en centro educativos de todos los niveles y sus claustros, en empresas con cualquiera de sus departamentos, e incluso en proyectos artísticos, sobre todo en aquellos que dependen de estructuras oficiales o estancadas en el funcionariado, en el buen y regular sentido de la palabra.
Es como cuando tenemos que hacer algún tipo de acto, propuesta pública o reunión, y no podemos elegir el espacio para celebrarlo porque nos viene dado... Pues como es lo que hay, ni nos preocupamos por él.
Sin embargo, una mala o nula adaptación o comprensión del espacio puede provocar unos nefastos resultados, sin aparentemente saber su causa.
Conviene, por tanto, dedicarle un poco de tiempo a su preparación, pues evita muchos descalabros.
Pero y además esto es motivo de otra entrada del blog... El espacio...
Dediquemos pues tiempo a 'hacernos con el equipo'.
Ese equipo impuesto, heredado o perenne, para evitar descalabros futuros de los que no sepamos averiguar su causa y que no será otra que la mala gestión del factor humano.
Dejadme que de tres claves, sin desarrollarlas en toda su extensión, porque sería motivo de una nueva tesis.
1.- Conocer al equipo
Cuando hablo de conocer no hablo de descubrirlo.
Una prueba que suelo hacer cuando llego a impartir algún módulo de un máster o un curso al que acudo cuando los alumnos llevan semanas o meses juntos, es hacer una inocente pregunta...
'¿Os conocéis?'
La respuesta unánime y convencida es un sonoro '¡Sí!'.
Entonces empiezo, de nuevo inocentemente, a cruzar preguntas entre ellos como: '¿Sabrías qué regalarle en su cumpleaños? ¿A qué le invitarías a comer? ¿Con quién te irías de viaje a dónde? ¿Con quién no y por qué?'...
La mayoría de las preguntas se quedan sin respuesta, lo que hace que yo concluya en otro sonoro '¡Entonces no os conocéis!'
Es una manera provocadora de hacer conscientes a todos de que conocer no es solo sabernos los nombres y sus responsabilidades.
Hay que tener información sobre sus cualidades y habilidades. Sus filias y fobias. Aquello por lo que darían todo y aquello que no les importa lo más mínimo.
Y en este recorrido por sus perfiles, viene la segunda parte fundamental para 'adoptar un equipo'.
2.- Ser conscientes de su implicación con el proyecto.
Una vez conocidos los perfiles, actitudes y aptitudes, relaciones entre ellos y con la institución o empresa que los acoge, de nada nos serviría volver a caer en el error del molde, y asumir que, fuere cual fuere el proyecto, A siempre va a reaccionar como A, y no como A', A'' o incluso Z.
Una persona organizada, normalmente responsable de la gestión de las necesidades, si no se siente atraída por un proyecto en concreto o incluso este le causa aversión por cualquier motivo personal, formal, ético o estético, es muy posible no solo que baje su rendimiento, sino que pueda convertirse en un palo en las ruedas de forma casi inconsciente o, lo que es peor, conscientemente.
La sal gorda puede ser un gran aderezo, pero si no nos planteamos que para un pescado podemos utilizarla en grandes cantidades haciendo una cama y una cobertura para meterla en el horno, mientras que para una carne roja no conviene utilzarla antes de la cocción para que no suelte agua y se seque o que para una ensalada conviene mezclarla con el resto del aderezo antes de aliñarla, podremos estar utilizando una hermosa cualidad de forma errónea en función del proyecto.
Esta fase es muy importante. Aquella persona en la que confiamos gran parte del peso en un proyecto A, es posible que para un proyecto B no se sienta implicada, motivada o arrastrada y, por tanto, debamos utilizar ese elemento humano con menos peso específico para esta segunda propuesta.
Y aunque habría que desarrollarlo más (puede que más adelante en otra entrada), la implicación con el proyecto se puede analizar en 3D. Es decir, en tres variables que pueden conformar un mapa de tres dimensiones para situar a cada persona en el universo de un proyecto:
Activo-Pasivo, Proproyecto-Antiproyecto, Motivado-Desmotivado.
Hay personas de por sí activas y otras que hay que arrastrar. Esta variable es quizás la menos variable de todas aunque saltemos de un proyecto a otro. Los activos lo son, o no lo son... O... no!
Sin embargo, el que una persona sea activa no implica indefectiblemente que ayude a la consecución de los objetivos. Ya que uno puede ser favorable a los objetivos pero ser pasivo y no aportar mucho y, en el lado contrario, puede que haya alguien muy activo pero que no comulgue en absoluto con el proyecto, con lo que toda su actividad obligará a tener que remar con más fuerza, contrarrestando su acción contraria al proyecto.
Aún así, alguien pasivo puede convertirse en activo gracias a la motivación y una persona activa contra el proyecto, puede perder motivación y convertirse en una fuerza menor a tener en cuenta.
Estas tres variables (y muchas más que hacen mucho más complejo este mundo de los miembros de un equipo), nos obligan a tener en cuenta la tercera clave
3.- Aprovechar su potencial al máximo.
Si sabemos que él o ella han sido muy activos en el pasado en otros proyectos, ¿por qué no vamos a poder conseguirlo para este?
Si una persona es muy proactiva pero gasta sus energías en contra de los objetivos del proyecto, ¿por qué no intentar reconducirla para que esa energía se convierta en positiva?
Si encontramos que gran parte del equipo está desmotivado por este proyecto, ¿por qué no indagar en otros elementos que puedan motivar su proactividad y su interés? ¿Y si la motivación no está en los objetivos pero sí en el proceso? ¿Y si no está en el proyecto, pero sí en el equipo? ¿Y si no está en el ahora pero sí en el futuro inmediato o a medio plazo?
Si en el equipo tenemos personas con altas dosis de energía, tenemos que hacer lo posible porque esa energía impulse en la dirección correcta.
Si tenemos parte del equipo motivada, nos tienen que ayudar a motivar al resto.
Si hay miembros del equipo que están convencidos del proyecto, de su proceso y sus objetivos, hay que conseguir que saquen toda su energía, aunque no estén acostumbrados a hacerlo.
Como veis, estos son tres de los elementos fundamentales para poder afrontar con cierta garantía un proceso y unos objetivos en un proyecto con un equipo predeterminado.
Pero claro, ahora viene la gran pregunta: ¿Cómo?
¿Cómo conocer al equipo?
¿Cómo ser conscientes de su implicación en el proyecto?
¿Cómo aprovechar su potencial al máximo?
Por supuesto que esto será objeto de otras entradas en este blog pero y además, como existe una casuística casi infinita, quiero convertir esto en una especie de ensayo de consultorio de la Señorita Francis, un poco para que os deis cuenta de cómo funcionaría un Seminario de orientación para gestión de proyectos artísticos, culturales y creativos.
Yo os provoco dando un marco general con multitud de probabilidades y combinatorias, vosotros me concretáis algún caso que tengáis cerca o con el que os estéis enfrentando, y yo aterrizo la propuesta a vuestro caso concreto, tratando de lanzaros 'jueguercicios', técnicas, orientaciones, para sacar lo mejor de vuestro equipo de cara a vuestros objetivos.
¿Os apetece jugar?
Podéis empezar...
¡Gracias por seguir leyendo y, por supuesto, no solo se admiten, sino que se agradecen comentarios!
Yo estoy aquí porque vosotros estáis aquí..., y viceversa.