Teatro
y muchas cosas más...
Mi rincón
de trastos de teatro y demás tontunás.
Es de bien nacidos ser agradecidos.
Y aunque los que os habéis cruzado conmigo en los últimos tiempos, incluso en los penúltimos, me habéis conocido y reconocido como un Consultor Creativo, o un Pedagogo de la Expresión y el Drama o, incluso, un experto en Devising Arts...
Yo soy un hombre de teatro y lo tengo que reconocer.
El 27 de marzo, se celebra el Día Mundial del Teatro.
Ya lo celebraba yo cuando era joven en el colegio haciendo teatro, o un poco menos joven dirigiendo y programando actividades formativas en los cinco años de vida de la Escuela Regional de Teatro de Castilla-La Mancha.
Más adelante, lo celebraba con ediciones de libros y revistas y desde hace muchos años, traduciendo para el ITI (Instituto Internacional del Teatro) y para la revista ÑAQUE, el Mensaje Internacional que cada año firma una personalidad del arte de Talía.
Lo que pasa es que todo eso pasó mucho después de que el
teatro entrara en mi vida, y ya no digo como actor, director, dramaturgo o pedagogo,
todas ellas funciones que he desempeñado de forma amateur y profesional en
distintos momentos de mi vida. Hablo de cuando entró en mi vida para quedarse,
como forma de vida.
No quiero parecer ñoño, pero el día que, con algo menos
de 4 añitos, me calcé unas alpargatas hechas a tal efecto y me vestí de hermano
de pulgarcito, para salir al escenario junto con otros seis hermanos más a
comernos una sopa de colegio para hacer la escena totalmente realista, empezó a
entrarme ese veneno que dicen tiene el teatro, y empecé a aprender muchas cosas
de forma inconsciente.
Últimamente utilizo esa catalogación del gran Carlos Luna y que yo citaba con otra nomenclatura del paso de ser Inconsciente Incompetente a convertirte en Inconsciente Competente, pasando obligatoriamente por los pasos de Consciente Incompetente y Consciente Competente.
Es decir, si quieres hacer las cosas bien, has de ser consciente primero de que, inconscientemente no las estás haciendo bien, corregirlas de forma consciente y acabar haciéndolas bien de forma inconsciente.
Y yo desde los 4 años empecé a ser un Inconsciente Incompetente
del teatro.
Y cada año que pasaba en el que preparaba, trabajaba, compartía y, a veces, exponía una propuesta teatral, algunas más tradicionales y otras más experimentales, me fui haciendo cada vez menos incompetente, aunque aún de forma inconsciente.
Me he pasado casi medio siglo ejercitándome para convertirme en, al menos, un semicompetente consciente.
Porque tras tantos años en los que he pasado por todos los puestos y recovecos que tiene este arte milenario, puedo decir que soy consciente, muy consciente de muchas cosas y empiezo a darme cuenta de que soy competente inconsciente aplicando el teatro como si ya no fuera mi experiencia en este arte expresivo la culpable.
Sin embargo, le debo mucho, al menos un homenaje personal, pues todo lo que hago ahora tiene mucho que ver con aquello y con todo lo que he rozado, experimentado, sentido y vivido gracias al teatro.
Sí, ahora soy consciente completo de todo ello.
Ahora me doy cuenta de que salir y comerme la sopa y
hacer que me gustaba era tan importante como el personaje protagonista de
Pulgarcito. De que la labor aparentemente más insignificante tiene el mismo
valor que lo que parece irreemplazable.
Ahora me doy cuenta de que a cualquiera de nosotros nos podía sustituir cualquiera de nosotros en aquella mesa. Porque nadie somos enteramente imprescindibles y todos aportamos algo propio e inimitable.
Ahora me doy cuenta de que si éramos seis hermanos, los seis debíamos colaborar en que la escena saliera bien, porque era una labor de equipo, más que de grupo.
Ahora me doy cuenta de que no solo se trataba de decir un texto, sino de realizar correctamente las acciones, llevar el adecuado vestuario y atrezzo, respetar al público y atender a las indicaciones de quien sabe más que tú en cada aspecto.
Ahora me doy cuenta de que cada hermano de pulgarcito era distinto porque cada uno de nosotros lo era, andábamos distinto, decíamos distinto, comíamos distinto y hasta éramos de distinta altura, complexión, voz, maneras...
Ahora me doy cuenta de que haberme lanzado a hacer de otro me facilitó la labor de ser empático, de ponerme en el lugar de otros.
Ahora me doy cuenta de que ponerme delante de un público arropado por mis compañeros y un equipo, me hizo romper algunas barreras de mi excelsa timidez o, al menos, ser consciente de mis límites para intentar superarlos y crecer con un arduo trabajo de desinhibición.
Ahora me doy cuenta de que estar atento a lo que los demás decían en la obra y saber cuándo tenía que pasar, hacer o decir, me estaba entrenando la escucha, y una escucha muy activa, colaborando en escuchar y ser escuchado por otros.
Ahora me doy cuenta de que la señorita Mari Prado (nombre manchego donde los haya), que me colocó allí con algunos compañeros de clase de lo que se llamaba Jardín de Infancia y que ahora sería Infantil de 4 años, estaba haciendo una labor educativa que iba mucho más allá de transmitirme conocimientos o trasladarme saber. Me estaba dotando de herramientas expresivas, creativas, humanas, para hacer de mí un ser humano mejor.
No sé si soy una buena persona, pero y además, sin duda, el
teatro me ha hecho mejor persona de lo que hubiera sido sin teatro.
Y añado que las personas que me he cruzado gracias al
teatro también me han hecho mejor.
El Día Mundial del Teatro es para celebrar el Teatro.
Dejadme que yo celebre haberme cruzado con el teatro y
haberlo integrado en mi vida, en mi forma de ser...
Y dejadme que celebre haberme cruzado con cada uno de vosotros...
Quizás, algún día, alguien celebre haberse cruzado conmigo... Y la cadena siga.
Y… ya!!!
No me canso.
We are searching our utopia in a continuous present
continuous!!!!!
Os espero…
Seguiré dando tumbos por el teatro!!!
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fbercebal@naque.es
Celebramos el Teatro contigo, hermano tercero de Pulgarcito.
ResponderEliminarUn abrazo.
Salva y Ruth