VALOR
AÑADIDO
Va
por vosotros… Mis queridos árboles!!!
Los que nunca se han dedicado a la enseñanza o formación,
o los que la practican pero y además, nunca se han DEDICADO a ella, desconocen
uno de los mayores valores añadidos que puede tener una profesión:
LOS
ALUMNOS.
Últimamente, cuando trabajo en el ámbito empresarial,
hago mucho hincapié en la escucha activa hacia el cliente. Y en el ámbito
artístico, cada vez se da más importancia al retorno que pueden darte tus
públicos.
Saber escuchar se está convirtiendo en imprescindible, si
bien sigue habiendo mucha gente que sigue vendiendo o ejerciendo su profesión
sin escuchar a sus clientes, y muchos artistas que ignoran ‘motu propio’, lo
que sus públicos le retornan, y continúan produciendo su arte desde su posición
unidireccional.
¿Esto les genera crisis o les reduce sus ventas o su
producción artística? En muchas ocasiones no, o al menos no parece notarse.
Aunque yo os aseguro que si se sensibilizaran en la escucha crecerían más,
mejor y más rápido.
En educación, sea el tipo de formación que sea, niños,
jóvenes, adultos, reglada, de ocio, formativa, profesional…, la figura de tu
cliente, de tu público, está ahí, delante de ti o al otro lado de la red. Y es
inevitable contar con su respuesta.
Desgraciadamente, hay muchísimo ‘profesional’ de la
educación e, insisto, de cualquier ámbito y nivel, que no solo no escucha a su
clientela, a sus alumnos, sino que se debate en una constante queja ante la
desidia, desmotivación y todas las negatividades que puedas pensar de parte de
alguien que, en principio, está ahí para aprender, para desarrollarse, para
buscar alternativas o, ‘simplemente’, para crecer como persona.
Y en ese bosque, algo enmarañado, aparecen árboles
preciosos.
Árboles en forma de maestras y maestros, profesores,
docentes, orientadores, directivos, entrenadores, consultores, pedagogos…
Árboles que no solo tienen en cuenta a sus alumnos… Sino
que se dan cuenta de que son su VALOR AÑADIDO.
De nuevo vuelvo al entorno empresarial donde el binomio ‘valor
añadido’ no deja de pronunciarse para identificar aquello que nos distingue de
la competencia o que nos hace mejores sin necesidad de invertir en ello pero y
además, que repercute en el valor de nuestro producto y por ende, en nuestros
beneficios.
Suele ser un intangible, como la singularidad, la
originalidad, la ubicación, un rasgo peculiar, la formación previa, la
adecuación a nuestro producto por nuestro perfil personal…
En educación, de nuevo se comienza a contemplar este
binomio, pensando en el propio docente…
Sin embargo, los docentes a los que me he referido como
árboles, no miran hacia dentro, sino hacia fuera…
Y ven, tan claro como el agua de mayo que, el mayor valor
añadido que más les interesa y que más les va a hacer crecer como docentes, que
va a repercutir en el valor de su producto, en la consideración positiva de
cómo y qué enseñan, son sus alumnos.
Si no están motivados, tratan de motivarlos.
Si les cuesta entender, buscan otras formas de explicar.
Si los contenidos a transmitir son áridos, los riegan.
Si son débiles, los fortalecen.
Si son repetitivos, los transforman para que sean cada
día, nuevos.
Y… ¿Por qué empeñarse en esforzarse por unos alumnos que,
muchas veces están ahí porque están obligados a estar, para pasar de curso, para
que les convaliden los trienios, para que les promocionen en la empresa o para
que les des una subvención?
Porque el buen docente sabe que… Ellos son más y, al
final, el docente aprende más de sus alumnos que ellos de él.
Porque le hacen sacar lo mejor que lleva dentro y exprimirlo.
Porque son su entrenamiento diario.
Porque le ponen en bretes de los que, sí o sí hay que
salir.
Porque sacan a flote las deficiencias a mejorar, las
dudas no resueltas o las estructuras más consolidadas.
Porque le muestran y demuestran al docente por dónde
caminar con un pie dentro de nuestro círculo y otro fuera.
Porque, en definitiva, si ellos no existieran, nosotros
no serviríamos para nada…
Hoy, 14 de junio de 2015, cuando la mayoría de los
centros educativos están ya acabando su labor docente. Cuando acabo de
clausurar tres cursos de tres meses, dos para docentes y uno para empresas.
Cuando el verano se acerca y parece que la merecida vacación del docente abruma
a aquellos que parecen envidiar su descanso…
Hoy quiero hacer un homenaje a mi valor añadido.
A mis alumnos que a la vez son docentes de las D’s de la
Educación.
A los profesores y alumnos que han participado en Tu
propio Quijote.
A los alumnos que han asistido al Curso Superior de Community
Management.
A los alumnos que han sido y serán, porque todos sois mi
VALOR AÑADIDO.
Pero y además, me gustaría dejar un rincón especial a unos
alumnos especiales.
Ya he dicho que considerar algo ‘valor añadido’ implica
también un incremente del valor del producto que ofertas… ¡Que ganas más, por
lo mismo, vamos!!!
En educación esto no suele ser así, y ganas lo mismo
hagas lo que hagas o, simplemente, tampoco existe una oferta/demanda que haga
fluctuar mucho el precio.
Por eso, cuando esos ‘árboles’ siguen en pie, les admiro
aún más.
Y cuando tus alumnos, esos que te hacen ser árbol, son
robles milenarios, encinas de cien ovejas, pinos pinaster de los que ya no
quedan, alamedas enormes de las del Duero o secuoyas que pueden dejar pasar
multitudes bajo su tronco, no tienes más remedio que brindar un sentido
homenaje, saludar con reverencia y decir… GRACIAS!!! GRACIAS!!! GRACIAS!!!
Me estoy refiriendo a mis alumnos del Seminario de Apoyo
al taller de Teatro y Expresión.
Aquí mi frase ya manida de que aprendo yo más que ellos,
se convierte en puritita realidad.
Su experiencia, que me transmiten preguntando y
contestando.
Su carácter, inquisitivo, cuestionándolo todo.
Su aparente inseguridad que les provoca la duda, para
cuya respuesta tienen infinidad de caminos a cual más impresionante.
Su fe nada ciega en mí que, sin embargo parece decir que
irían a cualquier rincón del mundo con tal de seguir trabajando en lo que les
propongo… y si no hasta el fin del mundo, hasta… Cabezuela…
En fin, no es su dinero, que bien se puede conseguir
mucho más por otros medios y en otros entornos.
No es su caché profesional, porque ninguno presume de su
puesto de trabajo y por tanto yo tampoco de estar llevando un seminario para
eminencias.
Ni siquiera su amistad entrañable, que, si bien en algún
caso empieza a ser ya consolidada, no fuimos compañeros de curso, ni de
carrera, ni siquiera de equipo deportivo…
El valor añadido que me aportan es obligarme a ser mejor
cada día, a intentar sorprender a personas que ya son difíciles de sorprender,
a conseguir como premio sus asentimientos con la cabeza, sus miradas cómplices,
sus sonrisas, sus ‘Gracias!!!’.
El valor añadido son, ni más ni menos que, ellos mismos,
y la generosidad con que me permiten hacerles creer que tengo algo que enseñarles.
Entonces caigo en la cuenta de que yo, realmente, no
enseño… Solo provoco.
Solo tiro de hilos para que ellos los rompan y muevan sus
propias extremidades.
Solo genero dudas para que busquen respuestas.
Solo… abro puertas para que ‘ellos se tiren por sus
propias ventanas’.
GRACIAS, ESPECIALMENTE A VOSOTROS, ‘SEMINARISTAS’, pero y
además, a todos aquellos que con vuestra presencia en mi vida de formador me
habéis hecho mejor.
Gracias por no permitirme apoltronarme.
Gracias por obligarme a crecer, crear y creer en lo que
hago.
Yo animo a todo docente a que busque el VALOR AÑADIDO de
su docencia, de su perfil, de su persona, en sus propios alumnos.
Y… ya!!!
No me canso.
We are searching our utopia in a continuous present
continuous!!!!!
Os espero…Para seguir creciendo en valor, gracias a vosotros…
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