La ‘no-expresión’
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Un vano abierto al exterior... una señal de prohibido?... una barrera?... una muralla?
La
‘no-expresión’.
Así me
gusta llamar a los momentos en que dejamos reposar nuestras ansias de
expresarnos, sobre todo cuando acabamos de aprender algo nuevo.
Los niños
no dejan de balbucear cuando aprenden a hacerlo.
No paran
de hablar cuando comienzan a hilar frases coherentes.
No cejan
en su empeño de lanzar preguntas por muy ilógicas que parezcan, porque acaban
de aprender que a una pregunta le suele ‘perseguir’ una respuesta lógica… o no.
Y cuando
les enseñan a dibujar o trazar, cualquier pared o superficie es susceptible de
convertirse en lienzo.
Cuando ya
de jóvenes o adultos aprendemos algo que nos ilusiona o nos satisface, tendemos
a mostrar nuestros avances de forma inusualmente expositiva.
Como quien
se compra ropa y se la pone antes de salir de la tienda.
Si hemos
aprendido algo nuevo, ¿por qué no vamos a aplicarlo cuanto antes?
La
cuestión no es si aplicarlo o no, ni siquiera si antes o después, sino
considerar que no hay por qué aplicarlo de forma continua e indiscriminada.
No nos
quedamos con la ropa puesta dos semanas, ¿no?
Cuando
aprendemos a bailar bailes de salón no solemos ir bailando por las calles.
Cuando
aprendemos un idioma, no solemos ponernos a hablar en ese nuevo idioma con todo
hijo de vecino.
¿Por qué
cuando aprendemos expresión, en general, pretendemos mostrar de forma
continuada lo que sabemos?
¿Por qué
un nuevo orador no para de hablar?
¿Por qué
un nuevo pintor no deja de pintar?
¿Por qué
un nuevo actor no deja de interpretar?
¿Por qué
un nuevo improvisador no deja de improvisar?
¿Por qué
un nuevo ‘expresador’ no deja de expresar?
Pareciera
a veces que lo de expresar tiene más que ver con lo de exprés, urgencia, que
con exteriorizar para comunicar.
¿Qué pasa
con el silencio?
¿Qué pasa
con el vano?
¿Qué pasa
con la quietud?
¿Qué pasa
con el blanco?
Reivindico
la no-expresión como una expresión más.
Dicen que
las grandes obras musicales provocan más sensaciones con sus silencios.
Que las
grandes obras de arquitectura, catedrales, atrios, puentes, lo son por sus
vanos.
Que la
belleza de una danza está en los momentos de perfecto equilibrio y quietud.
Reivindiquemos
callar cuando hablemos, parar cuando nos movamos, ausentarnos cuando estemos,
dejar de improvisar e interpretar constantemente.
Y
entrenémoslo!!!
Aunque
haya defendido la no-expresión, no estoy diciendo que siempre sea igualmente
efectiva, positiva y sorprendente.
Yo he
silenciado este blog durante más tiempo del habitual, y el resultado puede ser
que algunos lectores lo recibáis con más interés o puede que para otros, ese
interés haya decaído en la espera.
Cada uno
tenemos un umbral que determina cuál es el momento crucial en el que la
ausencia de algo pasa de incrementar poco a poco su interés, hasta, que alcanzada
una cima, uno abandona la espera de algo y renuncia a la nada.
Un puente
con la luz de su arco inmensa, puede ‘deslumbrar’ a algunos y a otros les puede
resultar ‘vacío’.
Un momento
de equilibrio de larga duración en un trabajo corporal puede ‘dejar de piedra’
a algunos y a otros ‘hacer removerse’ en la silla.
Un momento
de calma tendida y larga en una interpretación convulsa, puede ‘dejar sin
respiración’ a algunos y a otros los puede ‘impacientar’.
Por eso no
se pueden poner silencios a la expresión simplemente porque sí.
Hay que
pensarlos, estructurarlos y decidirlos.
En
definitiva, la no-expresión hay que entrenarla.
No os
olvidéis de ella.
Sólo una
pincelada personal más, como siempre, para acabar.
Hay
personas que nos pasamos la vida sonriendo, o diciendo todos los días te
quiero.
Hay
personas que nunca lo decimos ni sonreímos.
¿Qué impresiona
o expresa más y con más fuerza?
Quien un
día, por primera vez, sonríe o dice te quiero…
O quien un
día por primera vez, deja de hacerlo o decirlo…
Os dejo
pensando.
Yo, por si
sirve de algo, seguiré empeñado en provocar la sonrisa y la frase en ti…
Y NO ME CANSO!!!
We are searching our utopia in a continuous present continuous!!!!!
Aquí os espero.
¡Hasta el próximo!
Fernando Bercebal · momento Devising Consultor · Pedagogo Teatral
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No había tenido oportunidad de leer este nuevo post, Fernando, me gusta mucho la reflexión a la que invitas. En un mundo que nos pide llenar cada segundo del día de actividad, aprender a entrenar el silencio (que ayuda a escuchar la voz interior que tanto olvidamos),a contemplar el vacío, la "nada" que tanto contiene, como medio para el crecimiento personal me parece muy interesante. Fácil, no, pero para eso es un reto en un entorno estresante y que nos coarta la verdadera expresión si lo permitimos. Muchísimas gracias, como siempre, ya tengo algo interesante en qué pensar hoy. :)
ResponderEliminarUn beso!
Creí haberte respondido pero no debió grabarse.
EliminarGracias a vosotros que le dais sentido a lo que escribo... leyéndolo... Y que lo engrandecéis... comentándolo.
Y ahora... me callo ;)