No sé si os pasa a menudo.
Alguien abre un tema de
diálogo, análisis o discusión.
Y antes de ponerte a escuchar
nada ni a nadie, las ideas relacionadas con ese tema se te agolpan en la mente
y casi en los labios deseando salir en tromba.
Y nunca mejor dicho en tromba,
porque ni has escuchado lo que otros dicen, proponen o defienden, ni tan
siquiera has organizado tus propios pensamientos que pueden acabar reforzando
una idea y la contraria a poco que los dejes campar libremente a sus anchas.
Alguien te ha dicho en algún
momento…
Acabas de leer un artículo
sobre…
El refranero tiene para esto
un…
Yo siempre he pensado que…
Einstein dijo…
En fin. Que funciona igual que
cuando nos acecha un inminente peligro.
Lo que algunos denominan
nuestro ‘cerebro 1’ o ‘pensamiento inmediato’, tiene un resorte
por el que produce una respuesta sin reflexión, pero que en el caso de un
peligro inminente es tendente a salvarnos la vida.
En el caso que nos ocupa,
nuestro pensamiento inmediato tiende a lanzar, tal y como aparecen en nuestro
recuerdo inmediato, todas y cada una de las ideas que nos sugiere el tema
propuesto.
Y aquí es donde interviene el
‘pensamiento diferido’, el ‘cerebro 2’ o el ya más conocido pensamiento
divergente, que no es otra cosa sino obligar a que nuestro cerebro
piense de otra forma.
Y así, en lugar de huir
siempre del peligro como por ley natural hace nuestro pensamiento inmediato, a
lo largo de la historia, el ser humano ha logrado enfrentarse a él, calculando
los riesgos, a veces con éxito, otras no tanto.
E igualmente, cuando nos
acecha un pelotón de ideas y exabruptos a punto de desbocarse, nuestro
pensamiento creativo es capaz de utilizar herramientas (de este tema
hablaremos en otro momento), para escuchar de forma activa, reflexionar,
colocar los pensamientos e ideas, relacionarlos de forma coherente o
sorpresiva, y elegir la mejor de las ideas para intervenir en la conversación.
Todo esto no era más que una
‘pequeña introducción’ en la que sin duda en otro momento profundizaré, para
hablar de los cajones creativos.
En algunos de los comentarios
de entradas anteriores, se ha apuntado que por qué el pensamiento creativo
está obligado a buscar objetivos más allá de sí mismo o porqué no es
lícito que el objetivo del pensamiento creativo sea el propio proceso, sin
necesidad de resultado.
Y por otro lado, se ha
criticado el hecho de lo aparentemente fatuo que es reducir un proceso
creativo a una ‘simple lluvia de ideas’.
Pues bien, al leer estos
comentarios se me agolparon varias ideas a punto de saltar como fieras en el
blog y, lo que he tratado de hacer es sujetarlas, ordenarlas y exponer algunas
de ellas, muy brevemente, con posibilidad de profundización futura.
He obligado a mi cerebro a que
pensara de otra manera.
La primera y principal es mi
lucha desde que tengo uso de razón pedagógico-expresiva, de la importancia
del proceso frente al producto.
Si bien en según qué
circunstancias, el resultado es imprescindible, o el entorno y las obligaciones
lo hacen imprescindible, siempre he defendido que la clave del trabajo
expresivo y creativo está en el proceso, en dotar de herramientas (de
nuevo herramientas) e ideas a la persona o el colectivo que trabaja en el
proceso.
¡Y no se puede simplificar
este proceso equiparándolo a una lluvia de ideas! Esa es tan solo una herramienta
(qué pesado!) de las miles posibles para trabajar el proceso creativo.
Sin embargo, hay muchos más
procesos que no son la generación de ideas espontáneas.
También hay procedimientos
para la generación de ideas inducidas…,
de asociación abstracta…,
de relación absurda…,
u oposición discordante de
ideas…
Y, lo que es más importante,
la cantidad de técnicas, procesos, herramientas (dale que dale!!!), juegos,
ejercicios, planteamientos, que no son generadores de ideas, sino que preparan
al individuo, al grupo y a sus pensamientos para ser mejores generadores de
ideas.
Escucha activa, generación de
equipo, expresión espacial, grupal e individual, capacidad de concentración,
análisis, síntesis, estructuración y sistematización, sorpresa, improvisación…
Es decir, el proceso creativo
no es ponerse a pensar… Es trabajar elementos que nos enseñen, entrenen y
mejoren nuestra capacidad de pensar.
¿Para un objetivo distinto al
propio proceso? Sí, por qué no.
Pero también por el puro
placer de mejorar en nuestro proceso, de engrasar neuronas y sinapsis, de
poner a punto nuestro cerebro para ser los mejores pensadores creativos
posibles.
Entre las imágenes que se me
agolpaban en la punta de la lengua o, en este caso el teclado, quiero recordar
como aparente cierre, algo que he repetido hasta la saciedad en proyectos como
‘Caixa Escena’, ‘Cómo dice TE QUIERO un creador’, o en mis clases de Lectura y
Análisis de Texto o Deontología y, cómo no, en todos los proyectos que he
desarrollado utilizando las técnicas de Teatro de Creación:
¡Las ideas no se tiran! ¡Una
idea nunca se desperdicia! Se guarda en un cajón, porque nunca sabremos cuándo
y para qué podremos necesitarla algún día.
La frase surgió por primera
vez, creo, cuando un participante adolescente se quejaba de que ninguna de las
ideas que había propuesto al grupo había llegado al ‘producto final’. Se sentía
frustrado porque no había aportado nada al proyecto.
Sin embargo, y esta es la
clave, el hecho de generar ideas, procesos, ejercicios, dinámicas, herramientas
(que sí…) para que un proyecto pueda elegir entre ellas lo que mejor se adapte,
en ese momento determinado, con esas circunstancias y con los objetivos
concretos a la necesidad del producto, ya es un logro en sí mismo, aunque no
acabe formando parte de la idea final.
Con esas aportaciones, el
producto se enriquece, el proceso se consolida, el grupo se cohesiona y cada
persona aumenta sus cajones para la creatividad.
¡Claro que la creatividad y
los procesos y pensamientos creativos pueden tener como objetivo el propio
proceso sin ir más allá!
Nada mejor que aumentar
nuestros cajones de ideas, de propuestas, de experiencias, de sensaciones, de
técnicas y, sí…. de HERRAMIENTAS!!!
Pero de las cajas de
herramientas hablaremos en próximas entregas.
Os espero.
¡Gracias
por seguir leyendo y, por supuesto, no solo se admiten, sino que se agradecen
comentarios!
Yo estoy aquí porque vosotros estáis aquí..., y viceversa.
Justo lo que necesitaba leer.
ResponderEliminarSiga describiendo esa caja de herramientas! Un abrazo
Me alegra haber acertado.
EliminarSeguiremos entonces por esa caja de h--- innombrables...
Gracias por compartir!!! Por cierto, has pensado en comprar una hucha y meter un euro cada vez que escribas herramienta???
ResponderEliminarDe nada. Me gusta el recurso literario de la reiteración, pero no había pensado en lo del euro... Le haré un hueco a una hucha en mi caja de h... eso...
EliminarMe parece una buena metáfora la de los cajones para guardar ideas... Mi problema es que tengo tantos cajones con ideas que cuando necesito una no sé dónde buscarla.
ResponderEliminarGracias por compartir tus reflexiones...
Me has hecho reír. Es cierto que cuando uno tiene tantas ideas, luego parece difícil encontrarla. Lo que sucede es que las ideas suelen estar asociadas con alguna referencia, acción, experiencia... si surge algo parecido, la idea te llama desde el cajón!!!
EliminarMe ha gustado mucho la parte que muestra la importancia del acto creativo frente al resultado.
ResponderEliminarTambién, me fascinan las técnicas del Teatro de Creación. Como usted dice, cualquier idea tiene valor.
En mi opinión, las ideas en sí son el resultado del proceso creativo del cerebro humano.
Me parece una muy interesante reflexión. Posible desarrollo futuro. Y el Teatro de Creación es mi especialidad... algún día volveré a centrarme en él en este blog. Gracias.
EliminarSí, por favor, me gustaría mucho leer sus palabras sobre este asunto.
EliminarMuchas gracias!
Hoy ya escribí sobre un tema que acuciaba. Pero para el próximo jueves, retomaré el Teatro de Creación
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