'¡Tienes que salir de tu zona de confort!'
Dan ganas de contestar: '¡Porque tú lo digas!'
Esta frase que inicia la entrada de hoy se repite hasta la saciedad una y otra vez desde hace tiempo.
Desde que palabras como emprendimiento, coach, inteligencia emocional y otras muchas comenzaron a hacerse habituales aún no sabemos a partir de quién y de cuándo, y menos aún de por qué, parece que hay 'obligaciones' o 'must' que dirían los anglosajones, ante los que hay que hincar la rodilla y asumirlos como axiomas.
Uno de ellos parece ser esta consabida máxima de que hay que salir de la zona de confort.
Y ya digo, como ya expliqué en su día en mi libro 'Los límites del círculo', que no se trata de estar continuamente saliendo de tu zona de confort, por dos motivos principales.
El primero, porque si siempre estás fuera de tu zona de confort, ¿para qué la tienes si no puedes disfrutarla? Si es zona de confort se supone que uno es feliz y está a gusto en esa parte de su vida, con esos conocimientos, habilidades y experiencias que le hacen sentir cómodo y seguro de uno mismo.
El segundo, que no hay que salir, sino asomarse más allá del círculo que delimita esa zona de confort.
Porque en el fondo y en la superficie, el auténtico objetivo no es tanto aprender saliendo fuera, sino hacer crecer tu círculo.
Para ello, uno puede...
Asomarse con un pie dentro...
Salir sujeto con un arnés...
Tener a alguien que nos sujete desde dentro.
La primera opción son aquellos intentos por aprender cosas que se fundamentan en algo ya conocido. Si logramos crecer en esa dirección, haremos más grande nuestro círculo y esas habilidades o capacidades en concreto. Si no lo logramos, habremos aprendido que ese camino puede no tener continuidad, pero no nos frustraremos sino que consolidaremos aquello que sirvió como anclaje para arriesgarnos.
La segunda opción se produce cuando conocemos un método que nos ha hecho crecer en el pasado o que alguien más ha utilizado ya con éxito para crecer. Bastará con aplicar el método y su aprendizaje para, sin necesidad de arriesgarnos ni de vivir eternamente en la incomodidad, intentar agrandar el círculo. En esta ocasión podemos incluso repetir el intento en caso de que no lo logremos a la primera.
La tercera opción consiste en darle la autoridad que merezca a alguien que nos haga de entrenador. Alguien que nos guíe, nos de pautas y nos ayude asegurando lo que hasta ahora estaba dentro de nuestro círculo y ampliando los márgenes de nuestra seguridad.
En fin. No voy a extenderme más.
Si queremos y podemos, intentemos agrandar la amplitud de nuestro círculo, de nuestra zona de confort. Con el objetivo de crecer y de ampliar nuestras capacidades. Pero y además, disfrutemos de esa zona porque, ya que nos la hemos fabricado con mucho esfuerzo, nada mejor que disfrutarla a menudo para sentir la satisfacción de la labor bien hecha.
Esto además nos servirá de motivación para futuras intentonas de crecer, de ampliar el círculo y de intentar no abandonar, pero asomarse más allá de nuestra zona de confort.
¡Gracias por seguir leyendo y, por supuesto, no solo se admiten, sino que se agradecen comentarios!
Yo estoy aquí porque vosotros estáis aquí..., y viceversa.
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